“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.

Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”.

Romanos 14, 8

Estamos en un tiempo que nos desafía y nos sorprende, a la vez nos invita como Compañía de María, a tomar conciencia de que nadie se salva solo ante una pandemia global que ha sacudido nuestro mundo e invadido nuestras vidas; la hemos experimentado tan de cerca con la Pascua de tres de nuestras queridas hermanas de la Comunidad de Mendoza en dos días a causa del covid-19.

Se han ido a la Casa del Padre, en un tiempo en que celebramos los 240 años de la presencia educativa de la Compañía de María en tierra mendocina, donde realizaron su periodo de formación inicial y donde algunos de sus años se han entregado a totalidad por el Reino.

Agradecemos por la vida de cada una, con la certeza de que ya gozan de la plenitud de estar en las manos del Padre.

La vida de María Tonina, Teresa Ordoñez y Ana María Villegas son presencia amorosa de Dios, que se ha revelado en la sencillez y pequeñez de cada una y nos invitan a mantener la pasión por el Reino, la solidaridad y la fortaleza en todo momento.

A la comunidad y al personal de la casa agradecemos los cuidados y el cariño brindado en este tiempo a cada una de las hermanas.

Vivir esta pérdida en aislamiento hace sentir un dolor profundo, pero es más fuerte la comunión que vamos experimentando como Cuerpo Apostólico Provincial y Universal, como hermanas, como comunidades educativas, como Red Laical. Todos interconectados por el Espíritu de S. Juana de Lestonnac.

Acompañamos a la comunidad en este momento de Pascua, pidiendo al Dios de la vida la Gracia de la serenidad y la fortaleza para vivir este tiempo. Que María Nuestra Señora, del Dulce Nombre, nos siga protegiendo.

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a Los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla”.

Mt. 11,25