Introducción

La Novena que proponemos este año es una invitación a reconocer con agradecimiento a Dios que no nos deja de su mano y que con nosotras sigue construyendo Reino . Como nos dice el Papa Francisco: “Para que puedas contar y grabar en la memoria. La vida se hace historia”
Ahondaremos en algunas fundaciones que se han realizado a partir de 1921, en los 4 continentes, a través de las experiencias de las personas que escucharemos cada día. Nos permitirá percibir las fortalezas que nos impulsan “al más” y los desafíos que nos comprometen.
Las narraciones de nuestras hermanas nos permitirán agradecer, recordar y proyectar.

Agradecemos la propuesta de profundización del Equipo General que nos permitirá acercarnos más a nuestra historia y a las Fundaciones que se dieron durante estos 100 años de historia. En esta ocasión conoceremos 9 países, de cada uno se resalta un acento propio que, desde una mirada de conjunto, confirman la riqueza de la complementariedad y la unión en la diversidad.

Esquema de la Novena
Esquema de la Novena
Día 1Día 2Día 3Día 4Día 5Día 6Día 7Día 8Día 9Día de Santa Juana
Día 1
Testimonio de Xiao Shuqin

La Compañía de María, con seis religiosas españolas, llega a Brasil, a Santa Cruz do Rio Pardo, en julio de 1936.

Brasil es el país que acoge a las primeras hermanas chinas: un testimonio de fraternidad y apertura.

¿Qué ocasiones tenemos de acogida a lo diferente en nuestra comunidad? ¿Cómo lo manifestamos?
Testimonio escrito

Llegué a Brasil en marzo de 1997, como primera china a entrar en la Compañía; encontré en la Provincia el tipo de religiosa que deseaba ser: discípula de María, humana, abierta, disponible y contemplativa en la acción. Sentí desde el primer momento la acogida de Pilar Panadés, Superiora Provincial, y de las hermanas de la Casa Provincial, una mezcla de alegría y humildad.

Sin entender el idioma, capté el lenguaje de Jesús en aquél momento: “Donde reina el amor, Dios ahí está”. También el acompañamiento y testimonio de las hermanas Teresita Gorbea, Maria Zilotti, Maria Izabel Botelho; Áurea Castilho con su humildad y dedicación a los funcionarios del colegio; el cariño y la alegría de M. Dolores Comellas en la clase con los niños…me enseñaron y ayudaron a ser religiosa de la Compañía de María. Encontré también, claro, obstáculos y dificultades: cultura diferente, el idioma, dificultades en el relacionamiento, pero en el amor no hay temor; en mi caminar no faltan obstáculos, pero “es en la fragilidad donde se revela la fuerza divina”, y constaté que todo me ayudó en mi crecimiento. Todo es don y gracia, nada acontece por casualidad. Soy muy agradecida por todo.

Apertura a la interculturalidad, ser puente para otras chinas deseosas de conocer a la  Compañía y a las que pasé a transmitir lo aprendido con las hermanas en la vida y misión ha sido mi aporte a la Provincia de Brasil. También, a través de la misión recibida, en São Paulo: en la facultad, acompañando a colegas e iniciando grupo de estudio y vida; en nuestro colegio, creando lazos de amistad con profesores y funcionarios; en el equipo intercongregacional del Anchietanum (Centro de Pastoral de Juventud S.J.) en retiros a jóvenes; en el curso de Espiritualidad Ignaciana en la Misión China, conjuntamente con laicos.

En Belo Horizonte como secretaria en el Centro Social de la Compañía; acompañamiento a un grupo de la Red Laical; clases de chino en la escuela de idiomas; en las amistades con compañeros y profesores jesuitas de la Teología Pastoral, en la FAJE (Facultad Jesuita)… esta fue mi contribución; fueron momentos de entrega y, al mismo tiempo, de mucho aprendizaje, que me ayudaron a testimoniar nuestro ser Compañía de María. Creo que todo lo vivido ha ido dejando huellas en las personas.

En 2012, durante la etapa de formación internacional, en la tercera probación, fui enviada a la comunidad de la Casa General. Con la nueva misión, además de mi colaboración en la comunidad, empecé un trabajo pastoral, como Compañía de María, en la Parroquia de la Misión China en Roma, en Caritas, en el equipo de coordinación de la Comunidad de Estudiantes Católicos chinos y en la de la “Unione di Stessa Barca” también de los estudiantes chinos católicos en Roma.

Pertenezco al Cuerpo Universal, donde todas seguimos a Jesús al estilo de Juana de Lestonnac; en unión de corazones y de fuerzas, nos animamos unas a otras compartiendo, de distintas formas, experiencias, desafíos, esperanzas. Como María y con Ella, puedo vivir y comunicar el mensaje de Jesús cada día, y “en todo amar y servir”, porque “todo lo puedo en Aquél que me fortalece”.

Día 2
Testimonio de Henriette Kasomo Kasoki

Su fuerte impulso misionero conduce a la Compañía a un nuevo continente. La fundación de Mulo, República Democrática del Congo, se realiza en 1948 con tres religiosas españolas y dos belgas.

Resistiendo en las duras situaciones de violencia y guerra que se viven con mucha frecuencia en este país, las religiosas trabajan por la paz y la dignificación de la persona desde la educación y en el campo de la salud.

Ante las situaciones difíciles o duras que se nos van presentando en nuestro hoy, ¿dónde encontramos la fortaleza para vivirlas con sentido?
Testimonio escrito

La llegada de mi familia a Kyondo, en 1953, coincide con la llegada de las hermanas que vinieron de Mulo para la fundación. Fui de las primeras alumnas de la escuela primaria dirigida por la Compañía en Kyondo. Al finalizar la primaria, las hermanas de Mulo me aconsejaron que fuera a la Escuela Normal, la primera escuela secundaria para niñas “autóctonas”, en la diócesis de Butembo Beni. Al final de este ciclo, me enviaron a enseñar en Muhangi, donde se estableció la primera casa del noviciado. Desde muy joven, pude beneficiarme, contemplar e incluso participar en la misión evangelizadora.

Cuando comencé el postulantado, ya me habían precedido cuatro grupos de jóvenes congoleñas. El testimonio de fraternidad era muy revelador en un entorno de colonización, aunque este tipo de vida apenas se entendía dentro de la cultura africana. Nuestra entrada coincidió con el momento crítico de la rebelión “mulelista” . Las monjas tuvieron que dejar nuestra región y enviarnos a cada una de regreso a su familia. Esperamos pero retornamos antes del regreso de las hermanas y abrimos la escuela primaria siguiendo las órdenes de la diócesis. Las hermanas Nuria Pau, Aurora Martínez y Carmela Maza se sorprendieron gratamente al encontrarnos instaladas en el noviciado a su llegada.

Después de esta conmoción, el noviciado fue un periodo rico por la posibilidad de compartir y estudiar los documentos del Concilio Vaticano II, concretados en la vida cotidiana para la renovación de la vida religiosa. Más tarde, he podido convertirme con otras, en agente de inculturación del mensaje en la vida religiosa africana. En medio de fuertes tempestades sociopolíticas y económicas, he tratado de ser elemento de unidad, hermana de todos, abierta a la colaboración con otras congregaciones, asumiendo responsabilidades y compartiendo experiencias vividas, buscando juntos soluciones que nos mantuvieran en pie y a su vez ayudando a otros a ponerse en pie. Abiertas a las iglesias locales, siempre hemos buscado preservar la identidad de la Compañía en los diferentes entornos, con respeto a las culturas y en fidelidad al Evangelio.

Los años 1982-1997, fueron años gozosos, jóvenes de diferentes tribus ingresaron en nuestra familia. Crecíamos en número y también en acogida, compartiendo la riqueza de la interculturalidad. A la vez fueron años de angustia, acentuados en 1994 por la guerra de Ruanda que cruzó las fronteras del Congo y trastornó nuestras vidas con invasiones masivas. En el año 1996 la agresión llegó al culmen: perdimos, como Iglesia y como pueblo, gente querida, en particular a monseñor Christophe Munzihurwa. Sin embargo, durante todas estas pruebas, hemos sentido siempre la presencia del Señor que nos ha sostenido y nos ha ayudado a sostenernos unas a otras y a nuestra gente.

Mi colaboración en el servicio de Gobierno de la Compañía, en diferentes Equipos, entre 1987 y 2009, me permitió crecer en responsabilidad, abnegación, discernimiento, respeto a la persona, confianza en Dios, con el fin de conducir la barca juntas.

El acompañamiento de los Ejercicios Espirituales de 8 a 30 días también me ha permitido comprender mejor el compromiso de dar y recibir, dentro de la profundidad de nuestra vida de seguimiento a Jesús.

En todo esto, tengo la convicción de que el Señor me ha ido haciendo suya y yo, progresivamente, me he dejado hacer por Él, convirtiéndome cada vez más en un instrumento en sus manos.

Día 3
Testimonio de Katsuko Asunta Haba

En 1960 la Compañía se extiende a Oriente, con tres religiosas españolas, se funda en Japón la comunidad de Tokio.

El esfuerzo para aprender la lengua tan diferente de este país, es testimonio de entrega, de cercanía a la gente y de deseos de inculturación.

¿Qué desafíos nos presenta hoy la realidad intercultural de la Compañía?
Testimonio escrito

Durante mucho tiempo la sociedad japonesa enseñó y respetó los valores tradicionales en las escuelas de todo el país, sin embargo esto no fue siempre así. Estando en la universidad los estudiantes hicimos una protesta fuerte contra el Gobierno, muchos jóvenes habían perdido el sentido de la vida. Yo fui una de ellas. Busqué, luché y me encontré con la Iglesia Católica. Fui bautizada en 1960, cuando tenía veintiún años. En la ceremonia de bautismo sentí fuertemente la llamada de Jesús.  

El sacramento cambió mi vida. Participé en los Ejercicios de San Ignacio y tuve clara mi vocación. Cuando terminé mis estudios, comencé a trabajar en un colegio católico en Tokio. Sentí que mi misión estaba era la educación, pero me daba cuenta de que ese colegio no era para mí. Mientras trabajaba, me uní al grupo de Congregación Mariana y profundicé en el espíritu de María.  

Las religiosas de la Compañía de María llegaron a Japón en 1959 y estaban construyendo una Residencia Universitaria como plataforma para su primera misión. Aún sin estar terminada, el padre Evangelista, hermano de una religiosa de la Compañía de España, me ayudó a ingresar en ella. Comencé en la casita recién abierta por las religiosas en 1961. En aquellos tiempos, la Compañía de María era totalmente desconocida en la sociedad y en la Iglesia. Mi director espiritual, alemán, tampoco la conocía y no me animaba a entrar en esa Congregación. Afortunadamente, había tantos misioneros españoles en la comunidad de jesuitas de Sofía, que mi director pudo tener información a través de ellos y un día me dijo “vete a ver a la Compañía de María”.  

Empecé el postulantado en 1962 con Cecilia Tuchiya, fuimos las primeras japonesas. En aquel tiempo eran ocho las misioneras, nos transmitieron su fe, su amor a la Virgen, su pasión por la educación y su alegría de vivir… Les hacíamos muchas preguntas queríamos profundizar en la identidad del InstitutoMaría Elena Bravo Cubas y conocer más a Juana de Lestonnac y su obra.

Tuve la suerte de ver construir la misión de la Compañía en Japón, de colaborar en ella y vivir el espíritu de la Compañía trabajando en los kínderes y en el Sophia Junior College. En los kínderes, trataba de que las educadoras sintonizaran con el Proyecto de Juana de Lestonnac. En Sofía, junto con otras hermanas, trabajábamos defendiendo una mayor liberación social de las mujeres y ayudando a personas de países más pobres. Las clases que abrieron las hermanas María Maldonado y Rosa M. Cortes para los niños refugiados, en las que también participé,  se convirtieron en la actividad central del Colegio y fue muy reconocida por el  Ministerio de Educación de Japón.

Durante las dos etapas de servicio como Superiora Provincial, (1980-1999, y 2007-2013) pude también acompañar Filipinas y Vietnam. Estas hermanas nuevas son para nosotras toda una esperanza. Han pasado 60 años desde la fundación de Japón. Sé que todas las casas ayudaron, de diferentes maneras, para que fuera posible… signo de que somos una Compañía unida, como quería Juana de Lestonnac

Día 4
Testimonio de María Elena Bravo Cubas

Respondiendo a la llamada de renovación de la vida religiosa promovida por el Concilio Vaticano II, ocho religiosas de Colombia, llevan a cabo la fundación de Perú, en Andahuaylas, en 1965.

En los barrios marginales, allí donde termina el asfalto, la Compañía inicia su presencia.

En nuestra realidad concreta, ¿cuáles son las periferias a las que hoy estamos llamadas a acercarnos?
Testimonio escrito

Conocí la Compañía de María en el año 1990, en un momento de búsqueda importante para mí. Por esos años era Delegación del Perú conformada por tres comunidades: una en Chepén, al norte del país, y dos en la ciudad de Lima. Descubrí un grupo de mujeres apasionadas por Jesús y su Reino, dispuestas a dejarlo todo para abrazar su proyecto.

Cuatro extranjeras con corazón peruano y dos peruanas en formación, la diversidad intercultural se hacía signo de sororidad: españolas, colombianas, peruanas, chilena y argentina. Su vitalidad en la entrega a diferentes campos de misión entre los más pobres marcaba la vida de la Delegación: maestras en Escuelas Públicas (Chepén), Centros de Fe y Alegría (Lima), grupos juveniles en las Parroquias, Comunidades de Base en las periferias de la ciudad y zona rural (Chepén), Asentamientos Humanos en el Cerro (Lima), comedores populares… La relación cercana con la gente era anuncio de una Buena noticia: Dios se nos acerca en cada persona, todos somos hermanos. Su testimonio revelaba una vida centrada en el Señor a quien descubrían en la oración y en las personas con las que tenían contacto, de manera especial con los más sencillos y vulnerables.

En la Compañía de María encontré hermanas que me acogieron, que compartieron conmigo un Proyecto de vida como respuesta a la invitación de seguir a Jesús. Desde ese momento decidí hacer el mismo camino y disponerme a tender la mano al estilo de Santa Juana, allí donde se me necesitara. Inicié el noviciado 1994, en Medellín, Colombia. Al culminar esta etapa retorné al Perú.

Las etapas de formación posteriores las realicé en Lima, estudiando en la Universidad, apoyando la pedagogía y la pastoral en el Colegio Fe y Alegría y colaborando en la  catequesis parroquial con grupos juveniles.

Cuando la Delegación de Perú en 1998 pasa a ser parte de la Provincia de Medellín, soy enviada a Colombia.

Al retornar a Perú en 2011, me integro en el Colegio de Fe y Alegría donde he podido contribuir en la formación y evangelización de muchos adolescentes y a la buena marcha del Centro desde la Dirección durante seis años y tres como promotora.

Desde 2017, incorporada a la Pastoral universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú, acompaño a muchos jóvenes que se acercan buscando un espacio para compartir la vida, la fe y el compromiso solidario con los más pobres.

Camino con otras, mis hermanas, con la certeza de que Dios es quien nos convoca y nos da la gracia para responder con humildad y audacia en este momento que nos toca de la historia. La vida que voy tejiendo con ellas intenta dejar huella, la del anuncio del Evangelio con una vida sencilla, alegre y comprometida en la transformación de un mundo más justo para todos y todas. Me alegro de ser instrumento en las manos de Dios para contribuir a que esto acontezca.

Día 5
Testimonio de Rebecca Liscano Ardimer

En 1982, con dos religiosas españolas y una japonesa, comienza una nueva presencia en el continente asiático, en Filipinas, en Malangas, Zamboanga.

Desde un país desarrollado, se buscó tender la mano a un país pobre de Asia.

 Como comunidad ¿estamos abiertas a las necesidades de nuestro entorno? ¿Buscamos formas concretas de estar al lado de los que lo necesitan?
Testimonio escrito

Fue un largo viaje el de María y José buscando un lugar para que María diera a luz, para que pudiera nacer “la Vida”. Yo también busqué un lugar donde poder sentirme en casa y desde el que poder servir a Dios con alegría. Lo encontré en la Compañía de María. En este lugar, Dios me permitió sentir que soy preciosa para Él y confiando en su amor respondí a su llamado con mi corazón lleno de gratitud. Aunque mi familia no estaba de acuerdo, sin que ellos lo supieran, en secreto, comencé el proceso de discernimiento con Lilian Espedilla, en Iligan City.

En el segundo semestre de 2005 comencé el aspirantado, conviví con María Jesús Beraza, mi formadora y con Lilian, que era la Coordinadora de Ministerio del Campus del Centro Católico. La misión de las hermanas me conmovió, acompañaban a los jóvenes en su formación espiritual y humana a través de la educación formal e informal, y estaban ayudando seriamente a los más pobres en sus necesidades.

Al año siguiente inicié la etapa del postulantado, éramos cuatro postulantes, dos filipinas y dos vietnamitas. Nuestra formadora, Lucero Márquez, era mexicana. En esta etapa de formación y también en el noviciado, experimenté la importancia de la vida comunitaria. La necesidad de armonizar las diferentes culturas y personalidades, me ayudó a abrir mi horizonte, a enriquecerme con lo distinto, a aprender y a crecer como persona.

En Cagayán de Oro, teníamos un Centro de Educación Infantil, “Niña María”, en Tambo, una zona muy pobre y, en los primeros años de juniorado, mi misión fue ahí. Las inundaciones devastaban continuamente el Centro y todo el barrio. Años más tarde la Provincia decidió trasladar el Infantil a una zona alta ubicada en Nazaret. Los desastres naturales, a veces, también nos abren nuevas puertas para ver un horizonte más amplio. Ahora nuestra escuela acoge a niños y familias no solo de Tambo, sino también de diferentes lugares de la ciudad. Pasamos de tener un salón de clase a tener diez y además capilla, biblioteca, mini cancha cubierta, oficinas, área de espera para padres y un patio de juegos. En el mismo predio está nuestra comunidad.

Cuando hice los votos solemnes mi madre me dio su bendición, les dijo a Mariaje Beraza y a otras muchas personas que estaban allí: “Mi hija Rebeca, ahora se la ofrezco totalmente a Dios a través de la Compañía de María y añadió, por favor, cuiden a mi hija”. En ese momento sentí la alegría profunda de mi “SÍ” a Dios. Lo que he aportado y sigo aportando es mi vida, con espíritu de servicio gozoso, en la misión de la Compañía. Esta es mi pequeña huella y así otras hermanas siguen dejando la presencia y la misión en Filipinas.

Día 6
Testimonio de Jeanne Marie Syauwa Vahamwiti

La implantación en Camerún tuvo lugar en 1990: cuatro religiosas, dos africanas y dos españolas se incorporaron al “Proyecto Global Tokombéré”.

La educación puede convertir el desierto en tierra verde, esto se hizo realidad por el trabajo de las hermanas con alumnos jóvenes.

El cuidado de la Madre Tierra es hoy una urgencia. ¿Cómo colaboramos desde nuestra comunidad en este cuidado?
Testimonio escrito

Recuerdo mi etapa en Camerún como una de las más significativas de mi vida. El Obispo, Monseñor Jacques de Bernon, de la Diócesis de Maroua-Mokolo, solicitó a la Compañía formar parte de la creación de un colegio que ofrecería una educación completa a los jóvenes del norte de Camerún. Era un hombre cercano y sencillo que, con cariño, el 17 de agosto de 1990, nos recibió en el aeropuesto de Tokomberé a Pascaline Makungu y a mí. Conchita Moracho y M° Jesús Lindo habían llegado una semana antes.

Lo primero que me impresionó fue el clima, llegaba de una tierra verde y aterricé en un desierto donde tardé nueve meses en ver la primera gota de lluvia. La austeridad del terreno marcaba también la vida de sus gentes, una pobreza que contrastaba con su capacidad de acogida y generosidad.
La poligamia era lo normal. Las mujeres solo tenían su lugar en el hogar, para ellas no había sitio en la escuela y estaban acostumbradas a hablar solo entre ellas. Los cristianos eran una minoría, las religiones dominantes eran el Islam y otras tradicionales. A pesar de estas diferencias, todos vivían en armonía, nuestra comunidad se estableció en medio del pueblo, como una más sacábamos el agua del pozo, caminábamos por los callejones, íbamos al mercado… Los niños me enseñaron a andar en bicicleta. En la parroquia tuve ocasión de poner en marcha un coro.

Empecé a trabajar en el colegio “Baba Simón”, junto con mis hermanas y otras personas laicas. Impactaba que una mujer africana pudiera educar a los varones, resultaba incomprensible en una población convencida de que sólo los hombres eran capaces de hacer según que tareas. Frente a estos defendí los derechos de las mujeres y la importancia de que las niñas fueran a la escuela y recibieran la misma educación que sus hermanos.

Como agrónoma, me impresionaba ver cómo eran arrancadas de esa tierra árida y caliente las pocas plantas naturales que había para transformarlas en leña para cocinar. También ver cómo los estudiantes buscaban la sombra debajo de los únicos dos árboles que teníamos en el colegio. Comenzamos a dar pasos para ver qué se podía hacer. Nos asignaron un terreno, construimos presas en los barrancos para bloquear la erosión y diques para retener el agua y la buena tierra, también hicimos compost para enriquecer el suelo. Plantamos árboles empoderando a los estudiantes para su cuidado: el riego, la protección contra los animales… y sobre todo creamos en ellos la conciencia de que los árboles son vida en contra de su creencia de que “el que planta un árbol nunca verá su sombra”.

Después de dos años, la tierra, en principio abandonada por infertilidad, arrojó una impresionante cosecha: 30 sacos de mijo. Y al año siguiente contamos 2000 árboles de diferentes variedades. Esta gratificante experiencia ha seguido progresando a lo largo de los años. En los pueblos hay jóvenes universitarios que han comprendido que se puede vivir de la agricultura y la ganadería y contribuir, de esta forma, al desarrollo de la comunidad.

Como dice el zorro al pequeño príncipe, “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Es así que solo los otros pueden juzgar nuestras acciones.

Día 7
Testimonio de Hosleidys Alonso Valdés

El deseo de regresar a Cuba siempre permaneció vivo en el corazón de las religiosas mexicanas, se hizo realidad en 1993. La Provincia de México-Sur se hizo cargo y envió tres religiosas.

La cercanía, la escucha, el compartir las carencias materiales hasta de lo necesario que viven tantas personas en este pueblo. es una forma de testimoniar la fe.

¿Qué gestos y hechos en nuestra vida personal y comunitaria expresan que nuestro estilo de vida es sencillo y que la sobriedad es un valor necesario para ser coherentes?
Testimonio escrito

Gracias al deseo de expansión hacia otras tierras que vivieron las hermanas de La Habana, conozco a la Compañía de Maria en el año 2009, durante todos los preparativos para la  fundación en Esmeralda, el pueblo que me vio crecer.

Inicié el postulantado en el 2011, en ese mismo año, despúes de vivir una etapa de acercamiento progresivo, entré a formar parte de la comunidad, espacio que me permitió encontrar dentro lo que desde fuera percibía: una Compañía dinámica, capaz de adaptarse y buscar nuevos caminos de evangelización como respuesta a los retos que se presentan, tiempos de cambios e incertidumbres causados por la situación del país.

No encontré grandes instituciones, pero sí irrenunciables: unas mujeres con un talante educativo-humanista que lo transmiten en todo lo que hacen, con una opción preferencial por los pobres, por el trabajo con jóvenes, las mujeres y las ex alumnas. Una misión que va más allá de grandes grupos, mega proyectos, trabajos remunerados, la del deseo de sembrar una profunda experiencia de relación con el Dios de Jesús, desde lo poco, lo pequeño y lo pobre. Soy testigo y fruto de una pastoral vocacional activa y un compromiso fuerte en el acompañamiento.

Descubrí hermanas que hacen posible la fraternidad y la amistad entre ellas, a pesar de ser de paises distintos. La riqueza de lo intergeneracional, que es posible unir la vitalidad del fuego de la juventud con la experiencia y serenidad alcanzada con el paso de los años. Me sorprendí con el trabajo intercongregacional, una estrategia para caminar juntos, buscar apoyos y fortalezas.

Hoy, desde mi ser cubana y juniora, siento que aporto criterios y estilos de vida que reflejan el voto de pobreza y la opción que hemos hecho por Jesús y el Reino en una tierra concreta, Cuba. Proporciono a las hermanas de otros países, un lenguaje que traduce lo que quieren expresar las personas y el sistema cubano; siento que aporto a este hoy de la Compañía en Cuba lo que soy y tengo, el legado recibido de las hermanas con las que he vivido, mi disponibilidad, sentido de pertenencia, servicio y entrega, para el más de la misión. Y en este dar y recibir me siento enriquecida en mi cultura y constato cómo también la cultura Compañía se potencia y enriquece.

Es mi deseo dejar a las hermanas que seguirán viniendo, una misión que hable de lo que somos como Compañía,  Un proceso vivo en las personas que permita la  continuidad. Puertas abiertas en el trabajo intercongregacional. El testimonio y compromiso con la misión de los laicos formados al estilo Compañía de María. Inquietudes en los jóvenes frente al sentido de la vida y su vocación.  Comunidades vivas y activas.

No ceso de agradecer al Señor, la herencia recibida, la vida entregada y gastada de tantas hermanas que han pasado por esta tierra cubana. Canto con el Salmo 15, Me ha tocado un lote estupendo, ¡qué hermosa es mi herencia!

Día 8
Testimonio de Drita Syku

En 1991 se constituye la República de Albania, que inicia un acercamiento hacia Occidente después de años de ser una república popular socialista. La Compañía, desde la Provincia de Italia, en 1994, inicia esta presencia en Tirana con dos religiosas, una española y otra italiana.

Llegamos cuando el país se abre y estrena libertad. Aportar valores humano cristianos a niños y jóvenes es la primera urgencia.

¿Qué valores podemos decir que están predominando en nuestra comunidad?
Testimonio escrito

En 1998 empecé a trabajar como maestra de escuela primaria con las hermanas de la Compañía de María en Tirana, Albania. La comunidad estaba formada por cinco religiosas: de Italia, España y Francia. Me impresionó la manera en que se vivía la interculturalidad en la vida comunitaria. Me gustó mucho su forma de vivir la misión: tenían el Centro “Ylber” donde educaban a los jóvenes en valores cristianos a través de diversas actividades. Participaban en la catequesis de preparación de los sacramentos en la parroquia. Daban cursos de idiomas extranjeros a los jóvenes.

Para el país, con una situación política todavía muy inestable, después de medio siglo de fronteras cerradas al mundo y una fuerte dictadura que quería eliminar a intelectuales y creyentes, la educación era una emergencia. Encontrar un terreno para construir la escuela no fue fácil. De 1998 a 2005 las hermanas no dejaron de seguir educando a los niños. Alquilaban casas y las adaptaban a las necesidades de la escuela. Cada año aumentaba el número de alumnos y el entorno se hacía cada vez más pequeño. Ellas muy valientes nunca dejaron de buscar el terreno para construir la escuela; la mayor alegría fue cuando lo encontraron.

Trabajando con las hermanas, sentía que su estilo de vida y el estilo de educación en valores humanos – cristianos valía la pena y que la espiritualidad de Santa Juana se estaba haciendo mía… “Educar a una persona es educar a familias enteras” era lo que también yo quería hacer con mi donación total al Señor. Hice mis primeros votos en septiembre de 2002.

No me sentía preparada para llevar a cabo la misión para la que me había comprometido y acogí con gratitud el envío a Roma para estudiar teología y filosofía. A mi regreso a Albania en 2009 encontré una gran escuela en funcionamiento. Una escuela de 700 alumnos, en la que se educan desde los tres a los quince años.

Hoy somos una comunidad de cuatro hermanas, una italiana, una congoleña y dos albanesas; con un grupo de maestros laicos, continuamos capacitándonos y educando juntos, esforzándonos por ofrecer una educación de calidad que construya a las personas desde dentro, ciudadanos de este mundo global. Ese nuevo mundo que, desde el principio, la Compañía de María ha querido contribuir a crear.

Empezamos a ver los primeros frutos de este camino educativo de la Compañía; las familias piden con insistencia la formación en valores humano-cristianos para sus hijos. Mi deseo es seguir adelante con la confianza en el Señor y buscar siempre lo mejor en educación; encontrar los medios adecuados para avanzar cada vez más junto a la comunidad como Compañía de María.

Día 9
Testimonio de Rocío Hernández

El deseo de regresar a Haití, se convirtió en realidad en 2016. La comunidad en D’Osmond la inician tres religiosas africanas, una francesa y una mexicana.

Convivir y llevar adelante la misión hermanas de diferentes edades y nacionalidades, es testimonio para los jóvenes de una forma de seguir a Jesús que llena de sentido la vida.

La Pastoral vocacional es una prioridad en la que todas estamos implicadas ¿Cómo la hacemos realidad en nuestra comunidad?
Testimonio escrito

Me incorporé a Haití, en 2016. Aunque hacía más de un siglo que la Compañía había tenido que dejar este país, llegamos con conciencia de que esta tierra que no nos era extraña.  formamos la comunidad cinco hermanas, con una diversidad cultural importante: cuatro nacionalidades diferentes, idiomas diferentes, maneras de hacer y de ser distintas. En el ir integrando desde lo cotidiano estas diferencias, nos fuimos conociendo, queriendo y concretando/ viendo lo que cada una podíamos aportar a la naciente comunidad.  

Al mismo tiempo que íbamos construyendo la comunidad, descubríamos juntas el nuevo lugar, aprendíamos el idioma y nos íbamos adentrando en la misión encomendada: llevar adelante el colegio San Ignacio de Loyola, de Fe y Alegría. 

Desde el primer momento fuimos conscientes de que la tarea no era sencilla, al irnos integrando en este nuevo proyecto, la realidad se tornaba más compleja y con dificultades, pero nos mantuvo la unión, el llevar la tarea juntas, animadas y acompañadas por el Señor y por toda la Compañía que acogía con gozo la presencia, de nuevo, en este país.

Mi aportación desde la tarea encomendada como encargada de la disciplina y de la Pastoral del colegio, es insistir en la necesidad de educar sin violencia, buscando que los alumnos continúen creciendo en solidaridad, respeto, honestidad, sentido de grupo; ir transmitiendo poco a poco nuestra espiritualidad, y dar a conocer quiénes somos como Compañía, en lo sencillo y cotidiano de la vida. En la relación con todos trato de que experimenten la presencia amorosa de Dios. Me ocupo también de la enfermería del colegio, acogiendo a los que llegan enfermos, curando las heridas y abrazando corazones.

Cuidamos la salud de los niños buscando apoyar su alimentación ya que en sus casas es muy poco lo que pueden recibir. Educar en el cuidado del medio ambiente y ser autosustentables son unas de nuestras prioridades y esto lo realizamos con el apoyo de proyectos orientados a mejorar el medio ambiente y la economía de la zona.

Es una satisfacción comprobar que podemos contar con los alumnos mayores y con muchos de sus padres cuando se necesita realizar algunos trabajos, como el arreglo de los caminos, después de las lluvias, para poder llegar a la escuela, la huerta escolar, la limpieza del colegio…

Vamos iniciando procesos de Pastoral de Vocacional, para compartir con otras jóvenes lo que somos, lo que hacemos y que, desde nuestras fortalezas y debilidades, queremos seguir a Jesús y anunciar su Reino. Sembramos y llegarán los frutos. Todavía resuena en mi memoria, en el encuentro de junioras de Brasil, cuando estaba esperando destino, medio bromeando una hermana me invitaba a ir a España…y un miembro del Equipo General, sonriendo le dijo: “irá a un lugar más bonito”. Haití está siendo realmente ese lugar, bello sobre todo por sus gentes, por el desafío que supone contribuir a que estos niños y jóvenes crezcan con toda su dignidad y porque Dios aquí se me hace presente de mil maneras.

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